martes, 7 de febrero de 2012

Cuento de Jorge Bucay

La base de una educación es la corresponsabilidad entre profesores, entre los padres y entre los propios alumnos. La tarea de educar es de todos, cada uno tiene su papel, su lugar y su responsabilidad. Si el trabajo es conjunto el camino se vivirá con esperanza.

El trabajo deberá ser conjunto entre alumnos, profesores y padres, así la educación de los alumnos en el uso de las nuevas tecnologías será positivo y constructivo. El alumnos irá descubriendo como el uso y la aplicación de las nuevas tecnologías en su aprendizaje será para aprender o para entretener en la medida que los profesores y padres le enseñen a utilizarlas. El alumno sabe con facilidad como se buscan juegos o se descargan vídeos o canciones, pero tal vez no sepa por si solo como se comparten documentos o como se utiliza una wesbquet par realizar un trabajo, o no conoce recurso u páginas que puede utilizar para aprender las capitales de Europa.

Además el uso frecuente y adecuado de las nuevas tecnologías a medida que subimos de corso son una posibilidad para la motivación del alumnado, crean una expectación y una curiosidad que bien usada es positiva.  Partir de sus conocimientos y ampliarlos con los que el profesor aporta será siempre mejor que dejar que el alumno copie y pegue sin saber con certeza el lugar del cual obtiene esa información.

Como futuros profesores podemos aportar las herramientas necesarias para que nuestros alumnos puedan realizar un aprendizaje cooperativo y colaborativo, por ello es bueno que los invitemos a aprender y a arriesgar confiando en sus posibilidades,. Si este trabajo es compartido con los padres será más sencillo y fecundo.
Aquí os dejo este cuento de Jorge Bucay que nos puede ayudar motivarnos y animarnos en esta aventura de "enseñar a volar". Pude ser una oportunidad para recordarnos que el alumno tiene dentro de sí mucho de los contenidos que nosotros no empeñamos en meterle dentro, invitemos a los alumnos a confiar en sus posibilidades, empecemos primero nosotros en confiar en las nuestras. Espero que este cuento os anime.


Cuando se hizo mayor, su padre le dijo. <<Hijo mío, no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado>>

- Pero yo no sé volar-  contestó el hijo.

- Es verdad..- dijo el padre. Y, caminando, lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.

- ¿Ves hijo? Este es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.

El hijo dudó.

- ¿Y si me caigo?

- Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento- contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros , aquellos con los que había caminado toda su vida.

Los más estrechos de mente le dijeron: <<¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco... ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?>>

Los mejores amigos le aconsejaron: ¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero... ¿desde la cima?

El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero, desgraciadamente, se precipitó a tierra.

Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre.

- ¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.

- Hijo mío - dijo el padre-. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.

Para volar hay que empezar asumiendo riesgos.

Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre.



Jorge Bucay.

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